Odio los días grises, los dolores insoportables y las voces sin sentido.
Odio las lágrimas, las pérdidas de tiempo y las necesidades de este.
Odio el racismo, la política y la falta de racionalidad.
Odio a los mediocres, a los ricos y a los egocéntricos.
Odio a los retrasados y a los superdotados.
Odio el polvo de encima de la mesa, y también el del domingo de los vecinos.
Odio las medias sonrisas, los perros que ladran y los contenedores llenos.
Odio los días lluviosos y las mentiras piadosas.
Odio las perdidas cortas y las conversaciones eternas desde el teléfono fijo.
Odio a los viciosos y viciados; a los enamorados y a los empalagosos.
Odio a la gente que se deja domesticar.
Odio los gatos, los veranos sin ellas y las modas absurdas.
Odio los domingos y las broncas de familia, pero aún más las de amigos.
Odio que me muerdas la cara, que me resoples y que no sonrías.
Odio las películas románticas, las de miedo y las de ciencia-ficción.
Odio a la gente que se derrumba, que cae y no sigue adelante.
Odio los zoos, las cenas de familia y las fiestas señaladas.
ODIO A LA GENTE NORMAL.
Marca la diferencia. Marca la diferencia. Marca la diferencia. Marca la diferencia.
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