El tiempo pasa deprisa. Los instantes son efímeros y los recuerdos se evaporan entre suspiro y suspiro. El tiempo funciona sin pilas, y las agujas del reloj sufren ese temeroso estrés que nos infunde la absurda rutina.
Y ahora me pongo a pensar en todos los caminos que he sorteado y en los que me han sido imposibles, pero también en los que he logrado acabar y llegar hasta el final. El problema es que lo negativo deja en un segundo plano lo positivo. Los logros no son suficientes como para ocultar las derrotas.
Y sí, mi mayor derrota eres tú. Otro año más, eres ese aroma que me atrapa y no me deja ir. Eres esas ganas de dormir en dos metros cuadrados y ese deseo de colgarme de tu cuello.
El tiempo vuela, pero el olvido parece no acercarse nunca.
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