"La vida no se mide por los momentos que respiras, sino por las veces que te dejan sin aliento".

lunes, 28 de noviembre de 2011

Fuiste, eres, ¿serás?

Difícil decisión la de asociar una persona a ti el resto de tu vida. Bueno mejor llamémoslo suerte, porque es lo que toca. No eliges, ¿él? pues que remedio. En su momento te enganchaste a él como la pinza más fuerte a tu camiseta rosa. El tiempo pasa, y a simple parecer el muelle va perdiendo fuerza y se afloja con el paso del tiempo, era tan similar a tu historia... Y no, no tienen el mismo final, por suerte o por desgracia, la pinza pierde el muelle y deja de agarrarse con firmeza, sin embargo tu no te sueltas, no te desenganchas. 
Es una dependencia mutua, bueno, en realidad sólo tuya. Le necesitas como un pájaro de nido a su madre para comer, como un avión a una buena pista de aterrizaje, como un vagabundo necesita un cartón para dormir, como un niño a su mantita de invierno, como un futbolista a su balón de fútbol (bueno, en este caso creo que necesitan más micrófonos), como una niña pequeña a su barbie nueva, como un escritor necesita boli y papel, y cualquier deportista a su entrenador, como un poquito de sol en el día más frío de invierno y como una piscina un domingo de julio a las 4 de la tarde.
Te enganchas a él como si de una droga se tratara. Una droga más peligrosa que el éxtasis, que la marihuana y que la cocaína. Necesitas un tripi de él a cada momento, le necesitas como respirar. No pasan 30 minutos sin que te acuerdes de él, sin que le eches de menos.
Lo único que quieres es olvidarle, dejar de pensar en él, dejar de echarle de menos, dejar de sentirle y de imaginarle, dejar de necesitarle; ¿pero como?
Ojalá se tratara de una maldita fórmula matemática.

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