Nadie será capaz de quitarte de nuestras memorias, tampoco dejaremos de sentirte presente, y eso me alegra muchísimo. Sé que te hubiera gustado que te recordáramos feliz y que no lloráramos tu ausencia, por eso lo intento a cada momento. Recordarte feliz, con tu vitalidad abrumadora y con esa torpeza característica que me fascinaba. Miles de momentos me nublan la mente, y apareces conmigo, yo riendo o protestándote por cualquier tontería. Me encantaba que me hicieras rabiar, o que me despeinaras con tus manos.
Si algo me quedó por darte fueron las gracias, pero no me importa, sé que no las necesitas. Es más, no necesitabas nada para ti, todo era para los demás. Un corazón enorme, humilde y generoso que dejó de latir hace unos días y, por fin, logró descansar. Fuiste feliz, yo lo sé. Tuviste todo lo que quisiste y más, y viviste tranquilo haciendo lo que más te gustaba. Sólo te dejaste robar apenas dos meses de vida, eras fuerte y lo fuiste hasta el último momento. Luchaste por que te dejaran vivir, por ser independiente, y en gran parte, lo conseguiste. No te diré adiós nunca, simplemente será un hasta luego eterno, no me gustan las despedidas.
Hemos vivido momentos difíciles estos dos últimos meses, sobre todo los que supieron tu enfermedad desde un principio. Han dado el alma por y para ti, y supongo que estarás agradecido. Yo he vivido en una ignorancia parcial, y me han quedado cosas por hacer, pero me siento satisfecha. Por último, siéntete orgulloso de la fuerza que has logrado dejar en tu familia, han sido fuertes, no se han dejado ver llorar a pesar de lo que les había tocado. Ahora estamos unidos, fuertes, contentos de que estés en paz.
No te olvidaré nunca, lo prometo. También te prometo ser fuerte, cuidar de todos ellos como se que tu lo hubieras hecho. Prometo recordarte firme y entero, lleno de vitalidad como en tus mejores momentos. Te prometo que dejaré de llorar pronto, y que las heridas cicatrizarán lo antes que pueda.
Gracias por una vida.
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