Intento concentrarme para estudiar y me resulta imposible... Su luz me ciega y me lo impide. Me recuerdo sentada en sus rodillas, mirando por la ventana como la gente de la calle de enfrente no dejaba de reír. De repente, empezó a soplar el viento, todo cambiaba. Sus manos se movían a ritmo de vals, me encantaban aquellos momentos y hubiera deseado vivirlos para siempre. Me llegaba su olor, lo respiraba una y otra vez de su perfecto cuello. No podía vivir sin ese olor, es más, le hubiera reconocido con vendas en los ojos y sin el tacto en mis manos. Era esa su esquina del sofá, solo me dejaba invadirla un escalón por encima de él. Me arropaba, le abrazaba y... buenas noches y hasta siempre.
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